📍Tōkyō | 5 de mayo de 2025
Hoy lunes en todo Japón, ondean al viento miles de coloridas carpas de tela llamadas koinobori, que decoran balcones, ríos y escuelas.
Es el “Día del Niño” (こどもの日 / Kodomo no Hi), una de las fechas más emblemáticas de la primavera japonesa, y también el último día de la “Golden Week”, un periodo de descanso muy esperado por las familias.
Esta jornada no solo es una tradición festiva, sino también un símbolo de esperanza en medio del reto demográfico que enfrenta Japón: la acelerada disminución de su población infantil.
Una celebración con historia y significado profundo
El Día del Niño fue establecido oficialmente en 1948 por la ley de días festivos nacionales, con el objetivo de “respetar la personalidad de los niños, procurar su felicidad y agradecer a las madres”.
Pero la tradición es mucho más antigua: desde la era Heian, el 5 de mayo se celebraba el “端午の節句 (Tango no Sekku)”, una de las cinco grandes festividades estacionales japonesas (五節句).
Originalmente, este día estaba dedicado a los niños varones, como símbolo de fuerza, salud y valor. Por eso, aún hoy se colocan en los hogares muñecos samurái (五月人形) o armaduras en miniatura, y se disfruta de rituales como el baño con hojas de iris (菖蒲湯), creído protector contra enfermedades.
A partir del siglo XX, y especialmente después de la guerra, la festividad fue transformándose para incluir a todos los niños, sin distinción de género, reflejando un cambio social hacia valores más igualitarios y centrados en los derechos de la infancia.
Tradiciones que siguen vivas
A lo largo del país, es habitual ver flamear carpas de tela llamadas koinobori, que representan carpas nadando río arriba: un símbolo de fuerza y superación, inspirado en una leyenda china. En algunos lugares, como la Torre de Tokio, se colocan hasta 333 carpas de colores como espectáculo visual para grandes y chicos.
También es tradición comer kashiwa mochi, un dulce de arroz relleno de pasta de frijol rojo envuelto en hoja de roble, y chimaki, tamales de arroz envueltos en hoja de bambú.
Además, muchos parques, museos y zoológicos ofrecen entrada gratuita a niños en este día. Entre ellos destacan el Zoológico de Ueno, el Parque Showa Kinen y el Museo de Ciencias del Futuro.
Una niñez en retroceso: el contraste con la celebración
Mientras Japón celebra a sus niños, las cifras de población infantil siguen cayendo. Según datos del Ministerio del Interior, actualmente hay 13.66 millones de niños menores de 15 años, 350.000 menos que el año pasado.
Esto marca el 44º año consecutivo de descenso, y deja a Japón con un preocupante 11.1% de su población compuesta por niños, el nivel más bajo desde que se tienen registros.
Este fenómeno contrasta fuertemente con la esencia del Kodomo no Hi: en lugar de ser una fiesta para un grupo creciente y lleno de vida, se ha convertido poco a poco en una celebración simbólica que también refleja la fragilidad demográfica del país.
Además, esta tendencia se combina con la presión que enfrentan muchas familias para equilibrar trabajo, crianza y un sistema social que aún no ofrece suficientes apoyos estructurales para la maternidad y paternidad.
Una fecha que trasciende fronteras
El Día del Niño en Japón se conecta con otras fechas internacionales: el 1 de junio, declarado Día Internacional del Niño tras la conferencia sobre bienestar infantil de 1925, y el 20 de noviembre, Día Mundial de la Infancia promovido por la ONU.
Aunque cada país tiene su manera de celebrar, el mensaje es universal: la niñez debe ser protegida, valorada y respetada como la etapa más crítica para construir un futuro justo y humano.
En síntesis
Hoy, miles de niños japoneses disfrutan de paseos con sus familias, meriendas dulces, baños con aroma a iris y cielos repletos de carpas de colores. Pero el Día del Niño no es solo una jornada alegre: también es un espejo que invita a reflexionar sobre el lugar que ocupa la infancia en la sociedad.
En un país que envejece, este 5 de mayo nos recuerda que cuidar a los niños es cuidar el porvenir. Celebrarlos es más que un gesto simbólico: es una promesa de futuro que aún está por escribirse.
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