📍Tōkyō | 9 de junio de 2025


Por primera vez en más de un siglo, Japón ha renovado a fondo su sistema penitenciario, pasando de un modelo de castigo a uno enfocado en la rehabilitación y la reinserción social.

La reforma —que entró en vigor el pasado domingo— busca reducir la tasa de reincidencia, que ronda el 47% según datos oficiales de 2023, y mejorar la forma en que el Estado apoya a las personas privadas de libertad, incluidas las extranjeras.

🔎 ¿Quiénes son los extranjeros en prisión en Japón?


Según el Ministerio de Justicia, en 2023 había aproximadamente 2.000 extranjeros privados de libertad en Japón, lo que representa alrededor del 5% de la población carcelaria total.

Este grupo incluye personas procedentes principalmente de:

  • 🇨🇳 China y Taiwán: acusados de delitos económicos y hurtos.

  • 🇻🇳 Vietnam: vinculados sobre todo a robos y violaciones de las normas de residencia.

  • 🇵🇭 Filipinas: relacionados con estafas, robos y violencia doméstica.

  • 🇧🇷 Brasil y 🇵🇪 Perú: en menor medida, involucrados en delitos violentos y tráfico de drogas.

Muchos de ellos llegan a Japón como trabajadores o residentes de larga duración y, al quedar atrapados en la pobreza o en redes de criminalidad organizada, terminan en prisión.

⛓️ Experiencia previa en el sistema penitenciario japonés



El sistema anterior imponía trabajos obligatorios a todos los internos, sin distinción de nacionalidad. Para los extranjeros, esto suponía un doble castigo:

  • Barreras lingüísticas: muchos no hablan japonés y no entendían las instrucciones de los guardias ni las normas del centro.

  • Discriminación cultural: algunos reportaron trato discriminatorio por parte de otros internos y, en ocasiones, de los funcionarios.

  • Falta de programas de reinserción: no existían clases de japonés ni orientación cultural, lo que dificultaba la reintegración tras su liberación.

 

🛠️ ¿Qué cambia con la reforma?



Ahora, la ley elimina la obligación de trabajos forzados y redefine la prisión como “confinamiento en un centro penitenciario”. Los internos —extranjeros incluidos— podrán participar en:
Programas educativos y lingüísticos: aprender japonés, prepararse para exámenes académicos o capacitaciones técnicas.
Orientación individualizada: con un plan de reinserción adaptado a su edad, antecedentes y necesidades.
Clasificación en 24 grupos: por ejemplo, jóvenes (20-26 años), personas con problemas de adicción o mayores de 70 años. Esto busca darles el apoyo necesario y evitar el acoso que antes sufrían, especialmente las personas con discapacidad o barreras culturales.

👀 Retos y preocupaciones


Yuko Shiota, del Centro para los Derechos de los Prisioneros, destacó que aunque la reforma es un paso adelante, surgen varias preocupaciones:
⚠️ Barreras idiomáticas: aunque el Ministerio de Justicia promete intérpretes, la disponibilidad es limitada y su formación es irregular. Esto podría dejar a muchos extranjeros sin la orientación adecuada para beneficiarse de los nuevos programas.
⚠️ Posible discriminación: aunque la ley no distingue entre nacionales y extranjeros, en la práctica algunos grupos temen ser etiquetados como “población problemática”. Por ejemplo, los internos con dificultades lingüísticas podrían quedar encasillados como menos colaborativos o con más riesgo de reincidencia.
⚠️ Falta de redes de apoyo: muchos extranjeros no tienen familia ni contactos en Japón. Al salir de prisión, se enfrentan a la soledad, el desempleo y la falta de vivienda, lo que incrementa su riesgo de reincidir o ser deportados.

👮‍♂️ Los funcionarios penitenciarios: entre el deber y la sobrecarga



La reforma encarga a los funcionarios la tarea de adaptar su trato a las “características individuales” de cada interno, incluyendo su estado mental y sus necesidades culturales. Shiota advirtió que incluso para psicólogos profesionales esto es un gran desafío, y que cargar a los funcionarios con esa responsabilidad podría generar tensiones y errores.

💡 La visión oficial


El ministro de Justicia, Keisuke Suzuki, aseguró que la reforma busca “una sociedad en la que todos los ciudadanos, incluidos los extranjeros, puedan vivir con seguridad y tranquilidad”. Sin embargo, no ha aclarado aún si se dotará a las prisiones de recursos extra —como intérpretes y especialistas multiculturales— para apoyar de verdad a los extranjeros.

✍️ Conclusión


Esta reforma penitenciaria histórica ofrece la oportunidad de humanizar el trato a las personas extranjeras encarceladas, ayudándolas a aprender japonés, recibir orientación cultural y prepararse para reintegrarse en la sociedad.

Sin embargo, su éxito dependerá de que el gobierno asigne recursos suficientes para superar las barreras lingüísticas, culturales y sociales.

Mientras tanto, activistas como Shiota esperan las cartas de las personas extranjeras privadas de libertad, para evaluar el impacto real de estos cambios y poder presentar recomendaciones que garanticen que “nadie quede atrás” en el nuevo sistema penitenciario japonés.

 



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