📍Tōkyō | 26 de mayo de 2025


En Japón, donde la ciencia y la comida caminan muchas veces de la mano, un reciente estudio ha sacudido las ideas tradicionales sobre la alimentación.
Y no, no se trata de una nueva dieta ni de un suplemento mágico. El protagonista es un humilde pero querido plato casero: el chāhan (炒飯), el clásico arroz frito.

Pero no cualquier chāhan, sino uno verdaderamente sabroso, de esos que uno recuerda con una sonrisa. ¿El resultado? El cerebro se activa, se concentra mejor y entra en un estado de alerta positiva.

Este hallazgo proviene de una investigación conjunta entre la Universidad de Kyūshū y la reconocida empresa Nichirei Foods, una de las principales productoras de alimentos congelados en Japón.

El experimento se centró en un alimento común, accesible, pero que guarda más poder del que imaginamos: el chāhan congelado.

 


¿Cómo se hizo el estudio?


Los investigadores reunieron a varios participantes y les sirvieron distintos tipos de arroz frito:

•Un grupo comió un chāhan altamente calificado como sabroso.

•Otro grupo probó una versión más “normal” o menos sabrosa.

Mientras los participantes comían, se monitorearon sus ondas cerebrales mediante un EEG (electroencefalograma), un procedimiento no invasivo que mide la actividad del cerebro en tiempo real.

Luego repitieron la experiencia en distintos días, usando versiones que iban desde “algo sabrosas” hasta “muy sabrosas”, y pidieron a los participantes que calificaran ellos mismos el nivel de placer que sentían al comer.

 


¿Qué descubrieron?


La diferencia fue clara:

quienes comieron el chāhan más sabroso mostraron una mayor activación cerebral, con ondas cerebrales que reflejan un estado de vigilia, concentración y alerta positiva.

Incluso cuando las diferencias eran sutiles, el nivel de “satisfacción subjetiva” con el sabor estaba directamente vinculado con la intensidad del efecto en el cerebro. Es decir, cuanto más rico les parecía el chāhan, más despiertos y motivados se volvían.

 


¿Por qué esto es tan importante?


Porque demuestra con evidencia científica algo que muchos intuían pero pocos sabían demostrar:

el sabor afecta no solo al ánimo, sino también al rendimiento cognitivo.

Esto abre nuevas posibilidades en varios campos:

•Prevención de la demencia y el deterioro cognitivo en personas mayores.

•Mejora del rendimiento en entornos laborales o escolares.

•Reducción de la fatiga mental, simplemente a través de una alimentación más placentera.

El investigador principal destacó que el sabor no es un lujo emocional, sino una herramienta fisiológica para activar la mente.

 


Más allá del laboratorio: un vínculo humano


Detrás del estudio hay también una mirada humana: la comida no es solo combustible, es una experiencia multisensorial que conecta el cuerpo, el cerebro y el bienestar emocional.

En una sociedad como la japonesa, donde muchas personas comen solas o bajo presión, y donde el envejecimiento poblacional es un gran desafío, este tipo de hallazgos pueden tener impactos concretos en políticas de salud, educación y bienestar social.

 


¿Y ahora qué?


El equipo de investigación ya está estudiando cómo este tipo de estímulo gustativo puede incorporarse en menús escolares, hogares de ancianos o incluso en alimentos para trabajadores de alto estrés. ¿El objetivo? Mejorar la calidad de vida, una cucharada de chāhan a la vez.

 


Una conclusión que da hambre (y esperanza)


Quizás la próxima vez que te sientes a comer, recordarás esto:

si lo que comes te parece realmente sabroso, no solo alimentas tu cuerpo, también despiertas tu mente.

Y quién diría que el secreto para concentrarte mejor estaba en un arroz frito bien hecho.

 


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