Viajar también es saber comportarse: la lección silenciosa de QB-chan
📍Tōkyō | 18 de diciembre

Llegan casi sin hacerse notar. Como cuando uno entra con cuidado a una casa que no es la suya. No hacen ruido, no generan polémica. Llegan con sonrisas tímidas, mochilas livianas y una curiosidad sincera que se detiene en cada esquina del barrio.
Vienen desde Taiwán. Son pequeños, entrañables. Como la ya querida QB-chan. Sin buscarlo, se han convertido en el reflejo de otro tipo de turismo: uno cercano, respetuoso, casi familiar. Un turismo que no invade, que no exige, que simplemente está.
En estaciones, parques y tiendas de barrio, su presencia acompaña. No irrumpe. Juegan en voz baja. Observan con atención. Preguntan con cuidado. Aprenden a decir arigatō incluso antes de saber cómo despedirse. Para muchos residentes, ese gesto pequeño pero sincero marca una diferencia enorme, en un Japón que hoy vive una avalancha turística como nunca antes.
Por contraste, el silencio que dejan otros mercados ausentes se siente como un respiro inesperado. No se celebra que nadie falte. Pero sí se agradece, con una honestidad sencilla, cuando quienes llegan saben integrarse, respetar las reglas no escritas y entender que viajar también es saber comportarse.
Japón vive atrapado en un equilibrio frágil entre hospitalidad y cansancio. Y en ese equilibrio, estas presencias suaves parecen aliviar más de lo que dicen. QB-chan y quienes llegan como ella no son solo turistas. Son pequeños embajadores de una forma de viajar que todavía emociona.
Ojalá vuelvan. Una y otra vez.

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