La comunidad extranjera en el centro del debate. Cifras reavivan el debate migratorio en Japón

 


📍Tōkyō | 23 de noviembre


A veces una estadística cae en una sala de comité como una piedra en un lago tranquilo: genera ondas, despierta viejos temores, reabre heridas que nunca acabaron de cerrarse.

Eso fue lo que ocurrió cuando la Agencia Nacional de Policía reveló una cifra que, en cuestión de minutos, sacudió el debate sobre la convivencia en un Japón que cambia más rápido que su memoria colectiva.

 


1.72


Ese número, en apariencia frío, se clavó como un alfiler en la discusión pública: la criminalidad de los extranjeros residentes, excluyendo turistas, sería 1.72 veces la de los japoneses.

Pero detrás de esa cifra hay rostros que no salen en las tablas. Ventanas encendidas de madrugada. Familias que dejaron todo atrás para empezar de cero. Jóvenes que cargan mochilas llenas de sueños… y también personas que caen, como cualquiera, en errores o en la violencia de la precariedad.

La discusión inició cuando el senador Ōtsu Chikara, de Sanseitō, cuestionó que mezclar turistas con residentes daba una imagen injusta y distorsionada. Y tenía razón en algo: las cifras pueden contar historias distintas dependiendo de dónde pongas la lupa.

El director del Buró Criminal, Hiromichi Shigematsu, ofreció el cálculo. Un cálculo matemático, no emocional:

  • Japoneses: 0.188%
  • Extranjeros residentes: 0.323%

A partir de ahí surgió la proporción 1.72.

Una proporción que muchos usarían para señalar.

Y otros para defenderse.

Pero Shigematsu no dejó que la cifra hablara sola. Con un tono sereno, casi paternal, advirtió que comparar ambos números sin contexto es injusto. Que Japón está recibiendo a más gente joven del extranjero, y que la juventud —en cualquier país, en cualquier época— siempre aparece más en las estadísticas policiales que los ancianos. Que las dificultades laborales, el idioma, la soledad y la marginalidad golpean más fuerte a quien no tiene raíces.

Y entonces dijo algo que sonó casi como un compromiso ético:

La policía actuará con rigor, sí, pero también con respeto. Queremos evitar que los extranjeros sean víctimas, y que tampoco se vean empujados a situaciones que los lleven a los delitos.

Fue un recordatorio simple y poderoso: las estadísticas no lloran, no tienen miedo, no envían dinero a la familia desde un cuarto de dos tatamis. Las personas sí.

La cifra seguirá circulando, repetida sin matices en redes, en sobremesas, en titulares sensacionalistas. Pero Japón, un país que envejece y necesita manos nuevas, no puede permitirse mirar a sus residentes extranjeros solo como una columna en un informe policial.

Detrás de cada decimal hay un ser humano intentando pertenecer.

Y en un país que necesita esperanza, la convivencia no debería ser un cálculo: debería ser una decisión colectiva.

 


⚖️ Marco legal


1. Ley de Control de Inmigración y Reconocimiento de la Condición de Refugiado(入管難民法)

  • Regula estatus de residencia, renovaciones y la deportación en casos de infracciones graves.
  • Las faltas administrativas relacionadas con visados no se incluyeron en la tasa comparativa presentada por la policía.

2. Código Penal Japonés(刑法)

  • Define los delitos comunes (robo, lesiones, fraude, violencia).
  • Las estadísticas de criminalidad comparada se basan principalmente en esta categoría.

3. Ley de Policía(警察法)

  • Establece que la policía debe proteger tanto a nacionales como a extranjeros, garantizando “orden y seguridad pública”.

4. Restricciones estadísticas

  • La policía reconoce que no existe una “tasa oficial” comparativa definitiva:
    • diferencias demográficas, laborales, idioma, marginalidad y estructura social afectan desproporcionadamente a los residentes extranjeros.
  • La cifra 1.72 es una referencia, no un indicador final para políticas públicas.

 


👀 En síntesis


Japón, tierra de disciplina y memoria, sabe que sus desafíos no se resolverán con la simple matemática del miedo.

La convivencia —esa palabra tan frágil como un papel washi empapado— no nace de comparar tasas, sino de mirarse sin prejuicios, sin estadísticas interpuestas.

Y mientras el día avanza sobre la Dieta,

y el otoño tiñe de ocre los jardines del Kokkai,

la pregunta queda en el aire, sin respuesta fácil:

¿Puede un país construir futuro cuando un número amenaza con volver a separar lo que la vida cotidiana ya mezcló?

En los datos aparece 1.72.

En las calles, en los trenes, en las fábricas y mercados…

lo que se escucha es otra cosa: el intento —torpe, imperfecto, humano— de vivir juntos.



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