China habla de “anti-Japón”, pero hace cola para el sushi
📍Beijing | 29 de noviembre
Aunque el discurso oficial chino promueve una línea cada vez más dura hacia Japón, en las calles comerciales de las grandes ciudades de China se vive una escena que contradice abiertamente esa narrativa: los restaurantes de la cadena japonesa de sushi giratorio Sushiro permanecen llenos a todas horas, con largas filas esperando mesa y una demanda que no muestra señales de debilitarse.
Mientras los medios estatales enfatizan tensiones históricas y discursos de confrontación, los consumidores —especialmente jóvenes— siguen acercándose masivamente a los mostradores donde las piezas de nigiri y maki giran sin descanso.
La contradicción es simbólica y poderosa. Por un lado, el Estado canaliza un discurso de sospecha hacia Japón; por el otro, la vida cotidiana muestra un fenómeno inverso: la gastronomía nipona sigue siendo objeto de deseo, moda y consumo aspiracional.
El sushi, lejos de ser rechazado como símbolo cultural extranjero, se convierte en una forma de evasión moderna de la política, un acto cotidiano donde la gente elige con palillos en lugar de consignas.
En centros comerciales de ciudades como Shanghái, Cantón o Pekín, conseguir una mesa sin espera en restaurantes japoneses de cadenas populares es misión imposible en horas pico.
El contraste resulta aún más evidente si se considera que el público no solo no evita estos locales, sino que los prefiere frente a muchas opciones domésticas. En la práctica, el consumo desmiente al discurso.
Este comportamiento revela una realidad silenciosa pero contundente: la identidad cultural juvenil en China está más ligada a tendencias globales, redes sociales y experiencias gastronómicas que a órdenes ideológicas.
Para muchos, comer sushi no es un acto político; es simplemente disfrutar. Sin embargo, ese gesto trivial se transforma en una señal incómoda para el poder, porque evidencia los límites del control del pensamiento cuando se compite contra el deseo.
⚖️ Marco legal y político
¿Puede el Estado chino prohibir el consumo cultural extranjero?
En el marco jurídico chino, el Estado mantiene un control férreo sobre los medios de comunicación, plataformas digitales y contenidos ideológicos, pero no existe una prohibición legal directa contra el consumo de productos culturales extranjeros, como la comida japonesa, salvo en casos excepcionales por razones sanitarias o diplomáticas específicas.
📌 Lo que sí puede hacer el Estado:
- Controlar campañas mediáticas con mensajes nacionalistas.
- Limitar promoción de marcas extranjeras en medios estatales.
- Aplicar auditorías, inspecciones o presiones administrativas indirectas.
- Regular importaciones por motivos políticos o comerciales.
📌 Lo que no está explícitamente prohibido:
- Comer en restaurantes de empresas extranjeras.
- Consumir productos culturales japoneses de forma privada.
- Operar cadenas alimentarias legales dentro del país.
China ejerce principalmente censura informativa y orientación ideológica, no represión directa del consumo cotidiano. Por ello, mientras los restaurantes cumplan con normas fiscales, sanitarias y comerciales, pueden operar libremente, incluso si su origen es políticamente incómodo.
Sin embargo, el gobierno mantiene herramientas de presión informal: inspecciones sistemáticas, restricciones publicitarias o presión administrativa que pueden activarse cuando una marca es considerada “sensible”.
📊 Lectura política del fenómeno
Lo que ocurre en los restaurantes japoneses es un mensaje silencioso de la sociedad china:
👉 La propaganda construye discursos.
👉 El consumo revela deseos reales.
Cuando la gente sigue llenando los restaurantes japoneses, lo que realmente está expresando es que la política no entra tan fácilmente al estómago. Ni la historia, ni las tensiones internacionales, ni los discursos patrióticos consiguen competir con una experiencia cultural que se ha vuelto parte del mundo moderno chino.

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