No se trata de religión, sino de cómo compartir y respetar el espacio público en una metrópoli superpoblada.
📍 Tōkyō | 19 de septiembre
En la capital japonesa se están empezando a observar escenas que generan debate en la sociedad japonesa: grupos de musulmanes que realizan sus oraciones en plena vía pública, particularmente cerca de comercios halal o en zonas transitadas.

Lo que para los fieles es un acto religioso cotidiano, para algunos transeúntes y usuarios de redes sociales se percibe como un obstáculo al libre tránsito.
En plataformas digitales, los comentarios no se han hecho esperar: hay quienes comparan la situación con Londres, donde el rezo en espacios públicos es más común, y quienes expresan preocupación por la convivencia en espacios reducidos de la ciudad.
Más allá de la religión, la discusión gira en torno a la convivencia urbana: Tokio es una metrópoli con calles estrechas y un flujo constante de peatones, donde la ocupación de espacios públicos puede generar tensiones inesperadas.
Marco legal en Japón
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Libertad de culto: La Constitución japonesa (artículo 20) garantiza la libertad de religión. Nadie puede ser discriminado ni impedido de practicar su fe.
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Uso del espacio público: Sin embargo, la Ley de Ordenanza de Vías Públicas y las normativas locales limitan las actividades que bloqueen el tránsito o generen “molestias públicas” (迷惑行為 meiwaku kōi). Esto incluye aglomeraciones que impidan el paso, independientemente de si son religiosas, culturales o de otro tipo.
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Permisos especiales: Para reuniones públicas organizadas (manifestaciones, festivales, procesiones religiosas) suele requerirse un permiso de la policía local o del ayuntamiento. En cambio, oraciones espontáneas en grupo pueden entrar en un área “gris” legal si llegan a obstruir el paso.
En resumen, rezar en la calle no está prohibido por la religión en sí misma, pero sí puede ser sancionable si causa obstrucción o incumple normativas de convivencia y seguridad.
Contexto social
Japón está experimentando un aumento sostenido de residentes y turistas musulmanes, lo que visibiliza prácticas culturales y religiosas que antes eran menos comunes en el espacio público. Este fenómeno plantea un reto de adaptación:
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Para los practicantes, encontrar lugares adecuados para rezar en ciudades donde las mezquitas y salas de oración aún son limitadas.
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Para la sociedad local, generar espacios de convivencia respetuosa que no entren en conflicto con las normas urbanas y la cultura de orden en los espacios compartidos.
En este contexto, la tensión no proviene de la religión, sino del choque entre costumbres religiosas y regulaciones de uso del espacio público en una ciudad tan densa como Tokio.

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