Ley y reputación: el sistema japonés que no perdona los errores de juventud en el mundo del espectáculo


📍Tōkyō,  9 de noviembre


La joven actriz Imamori Maya, de 19 años, fue removida oficialmente del elenco de la serie “Number One Squadron Gojuu-Ja” (TV Asahi) tras confirmarse que había consumido alcohol siendo menor de edad, violando las leyes japonesas y las políticas internas de su agencia.

La decisión, anunciada el 8 de noviembre por su compañía de talentos y respaldada por la productora Toei, refleja el estricto código de conducta que rige a las figuras públicas en Japón, especialmente en producciones destinadas a público infantil o familiar.

La productora emitió disculpas públicas a los televidentes y socios comerciales, comprometiéndose a reforzar los mecanismos de cumplimiento (“compliance”) y la supervisión sobre los jóvenes actores.

El escándalo surge apenas dos meses después de que Imamori enfrentara rumores de infidelidad y relaciones simultáneas, que ya habían afectado su imagen mediática.

Con este nuevo incidente, su contrato fue rescindido de inmediato, y su personaje será reemplazado en las próximas emisiones.

El caso reabre el debate sobre las presiones que enfrentan los artistas jóvenes en la industria japonesa, donde la “pureza de imagen” sigue siendo una exigencia contractual y moral. En un país donde la reputación equivale a capital profesional, un error de juventud puede significar el final abrupto de una carrera.

 

⚖️ Marco legal

En Japón, la Ley de Menores (未成年者飲酒禁止法) prohíbe expresamente el consumo de alcohol a toda persona menor de 20 años, sin excepciones.

Las sanciones recaen principalmente sobre quienes facilitan o fomentan el consumo, pero en el ámbito mediático, las consecuencias sociales y profesionales son inmediatas.

Además, los contratos de talento suelen incluir cláusulas de moralidad (“morality clauses”), que permiten a agencias y productoras rescindir unilateralmente el contrato si el artista comete actos que “dañen la imagen pública o la confianza de la empresa”.

El caso Imamori se enmarca dentro de una tendencia reciente de tolerancia cero, visible en múltiples agencias japonesas que buscan preservar su credibilidad frente a los anunciantes y el público familia

 


 


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