La retórica de guerra vuelve al discurso político: Trump y el lenguaje del exterminio contra el narco venezolano
📍Washington | 3 de diciembre
Las palabras no fueron diplomáticas ni cuidadosas. Fueron, más bien, explosivas. En un discurso con tono de combate, Donald Trump endureció su narrativa contra los presuntos narcotraficantes venezolanos con una declaración que sonó menos a política exterior y más a parte de guerra: “Vamos a atacarlos en tierra… sabemos dónde viven… vamos a acabar con ellos”.
El mensaje, cargado de furia, volvió a colocar el discurso de la mano dura en primer plano. Trump no habló en términos de cooperación internacional, ni de tratados, ni de mecanismos judiciales. Habló como comandante y no como político. Presentó la lucha antidrogas no como una operación legal, sino como una cruzada militar personalizada contra individuos concretos, con lenguaje directo y visceral.
Para justificar esta retórica, lanzó una cifra impactante: “Estas personas mataron a más de 200 mil personas el año pasado”. No presentó informes, fuentes ni datos oficiales, pero el número flotó como un misil en el discurso público, alimentando una narrativa de urgencia extrema y amenaza total. El enemigo quedó definido: el narcotraficante extranjero como figura absoluta del mal.
La historia no es nueva. Desde hace décadas, la política estadounidense ha oscilado entre la cooperación regional y la amenaza directa en la llamada “guerra contra las drogas”. Sin embargo, lo novedoso aquí no es solo la dureza del mensaje, sino su personalización. No se habla de redes, ni de cárteles abstractos, sino de “ellos”, con rostro imaginado y ubicación precisa.
Especialistas en relaciones internacionales advierten que este tipo de frases no son neutras. Tienen consecuencias. En un escenario ya tenso entre Estados Unidos y Venezuela, una declaración de esta naturaleza puede ser leída como una amenaza directa de intervención. Y cuando el lenguaje militariza la política, la frontera entre discurso y acción se vuelve peligrosa.
Además, el mensaje cala en una audiencia cansada de violencia, adicciones y crisis social. En ese cansancio, la promesa de “eliminación total” suena seductora. Pero la historia demuestra que los enemigos convertidos en símbolos rara vez desaparecen con amenazas; muchas veces se multiplican.
Trump reactivó una vieja fórmula: miedo + enemigo + promesa de violencia = aplauso.
No hay plan detallado, no hay marco legal claro. Solo una orden implícita, verbal, cruda: “los vamos a eliminar”.
Más que una declaración de política narcótica, fue una declaración de guerra emocional.
En la política del siglo XXI, eso no es una metáfora menor.
Anexo
🧭 El rol de Nicolás Maduro en la amenaza de Donald Trump
En el discurso de Trump sobre el narcotráfico, Nicolás Maduro no aparece como un actor secundario, sino como una pieza central del relato que justifica la dureza verbal contra Venezuela. Aunque Trump apunta directamente a los traficantes, el mensaje golpea de manera indirecta al gobierno venezolano, al sugerir que esas redes criminales operan con protección estatal o, como mínimo, con tolerancia oficial.
Para Trump, Maduro representa tres cosas clave en esta narrativa:
🎯 1. El “rostro político” del enemigo criminal
Cuando Trump habla del narcotráfico venezolano, no lo separa del poder político. En su discurso, el crimen organizado no es un fenómeno aislado, sino un problema que nace del Estado venezolano. Maduro funciona así como símbolo del sistema que “permite” o “protege” a las mafias.
No es una acusación nueva, pero Trump la expresa con un lenguaje mucho más radical y directo que el habitual en la diplomacia.
🧨 2. La justificación implícita de una intervención
Al asociar a Venezuela con narcotráfico masivo, Trump abre la puerta a una idea peligrosa: si el Estado es parte del problema, entonces deja de ser intocable.
Esto tiene una carga política enorme:
Convierte un conflicto diplomático en una cuestión de “seguridad nacional”, una narrativa clásica que históricamente ha precedido intervenciones militares o acciones encubiertas de EE. UU. en América Latina.
Maduro aparece entonces como el pretexto político que permite escalar el discurso desde la justicia hacia la fuerza.
🌐 3. La utilidad electoral
El discurso de Trump no solo apunta hacia afuera, sino hacia adentro.
Atacar a Maduro también significa:
- Mostrar una imagen de “líder fuerte”
- Culpar a un régimen extranjero del problema de drogas en EE. UU.
- Desplazar la frustración social hacia un enemigo externo claro y simple
Maduro funciona como una figura perfecta para este rol:
es visible, polémico y ya está etiquetado como “régimen hostil” en la narrativa estadounidense.
⚠️ Entonces, ¿Trump amenaza a Maduro directamente?
No de forma explícita.
Pero sí de forma estratégica.
Trump:
- no dice “voy a derrocar”
- no habla de invasión abierta
- no nombra operaciones específicas
Pero lo que hace es crear un entorno discursivo donde actuar contra Venezuela parecería “lógico”, necesario o inevitable.
🧨 En síntesis
Nicolás Maduro en el discurso de Trump no es solo un presidente extranjero:
Es el símbolo político que da sentido a una amenaza que parece dirigida a criminales, pero que en realidad golpea a un Estado entero.
Trump no está hablando únicamente de narcotraficantes.
Está hablando de Venezuela como problema político global.

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