La línea que sostuvo a una comunidad: 20 años de escucha, consuelo y resistencia en castellano y portugués
📍 Kanagawa | 5 de diciembre
En un Japón donde la barrera lingüística aún define quién puede pedir ayuda y quién permanece atrapado en el silencio, un pequeño grupo de voluntarios latinoamericanos acaba de recibir uno de los reconocimientos más prestigiosos: el 20.º Premio de Derechos Humanos de la Asociación de Abogados de Kanagawa.
La ceremonia, realizada el 29 de noviembre de 2025, distinguió a la organización Yoko no Dengo Gaikokugo Sōdan「横の電語外国語相談」 —conocida en la comunidad latinoamericana como LAL, Linha de Apoyo aos Latinos—, un servicio telefónico que por más de dos décadas ha brindado apoyo emocional, orientación vital y acompañamiento en español y portugués a quienes, viviendo en Japón, enfrentan soledad, discriminación, violencia doméstica, pobreza, duelo, problemas legales o crisis psicológicas que no saben expresar en japonés.
Un premio a “el último refugio”
La placa oficial lo definió con solemnidad: un espacio donde cualquier persona puede hablar en su lengua materna, sin juicio, sin miedo y en completo anonimato. Pero detrás del reconocimiento se esconde una historia mucho más profunda: la de miles de vidas sostenidas, a veces en plena madrugada, cuando ya no queda nadie más a quien llamar.
Mientras Japón lidiaba con una población migrante creciente y con tensiones derivadas del trabajo precario, las brechas culturales y la desigualdad, estas voces voluntarias permanecían al otro lado del teléfono, escuchando lo que el país no escuchaba.
El nacimiento de un salvavidas en un Japón en transformación
El servicio que hoy conocemos como LAL surgió tras la burbuja económica de los años 80, en un Japón que necesitaba trabajadores. Brasileños, peruanos, bolivianos, chilenos y nikkeis llegaron con sueños, pero también con miedo a un sistema rígido, un idioma impenetrable y una burocracia difícil de descifrar.
La reforma de la Ley de Control de Inmigración de 1990 abrió el camino para la llegada masiva de trabajadores latinoamericanos. Pero no abrió, al mismo ritmo, los espacios de escucha y atención psicológica.
En Kanagawa, donde desde los años 70 se había acogido a refugiados de Indochina, diversas tragedias revelaron una verdad dolorosa: muchas crisis que afectaban a familias migrantes nacían de sufrimientos emocionales nunca atendidos.
El gobierno local tocó entonces la puerta de Yokohama Inochi no Denwa, institución histórica en prevención del suicidio. Necesitaban una línea accesible para extranjeros.
Pero faltaban voluntarios nativos casi en todas las lenguas… excepto dos: español y portugués.
Así, en 1993, nació el servicio que después se convertiría formalmente en LAL. No fue una política pública impuesta: fue un gesto de ciudadanía entre inmigrantes.
De las dudas prácticas a las heridas profundas
Al inicio, las llamadas eran concretas, casi técnicas:
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¿Cómo inscribir a mi hijo en la escuela?
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¿Dónde encontrar un médico que hable español?
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¿Cómo renovar mi visa?
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¿Cómo buscar empleo?
Pero conforme pasaron los años, y la sociedad cambió, también cambiaron las preguntas.
La información se volvió más accesible; el sufrimiento, más invisible.
Hoy, quien llama al LAL habla de:
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violencia doméstica
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separaciones y disputas de custodia
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desempleo y precariedad
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enfermedades incapacitantes
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depresión, ansiedad, burnout
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bullying escolar
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duelo a distancia
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pensamientos suicidas
El LAL no solo acompañó el cambio: se especializó para cargar esas nuevas heridas.
Anonimato: el último refugio emocional
Uno de sus rasgos más revolucionarios es el anonimato absoluto.
No se pide nombre, ni número, ni nacionalidad. Solo se escucha la voz.
Esa distancia protectora permite lo impensable: hablar sin miedo, llorar sin vergüenza, pedir ayuda sin culpa.
“Creemos que cada persona merece ser escuchada sin juicios.”, dijo en la ceremonia la coordinadora Toyomi Fujii, cuya voz, firme y serena, se quebró apenas por un instante.
40 consejeros, 10 nacionalidades, un mismo compromiso
El LAL funciona gracias a un mosaico humano de cerca de 40 consejeros, provenientes de 10 países, incluyendo Japón.
Cada voluntário passa por:
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un año de entrenamiento
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módulos de teoría psicológica
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práctica de escucha profunda
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ética
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simulaciones reales
Solo los aprobados reciben certificación.
Es una escuela en constante evolución, porque el sufrimiento también cambia con los tiempos.
El peso invisible de vivir lejos de casa
Para cualquier persona, la vida puede derrumbarse.
Pero para un extranjero, todo pesa más:
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el idioma
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la distancia
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la soledad
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la falta de una red de apoyo
Es en ese vacío donde actúa el LAL — como quien enciende una luz en una habitación a oscuras.
“A veces, solo ser escuchado ya salva una vida”, dijo Fujii, con la voz quebrada por décadas de historias que no pueden contarse, pero que siguen vivas dentro de ella
Un premio que simboliza resistencia, dignidad y esperanza

Al cerrar su discurso, Fujii hizo una reverencia larga, profunda.
Agradeció a los voluntarios.
Agradeció a quienes llamaron.
Agradeció incluso a quienes no pudieron llamar, pero lo intentaron.
Y dejó una promesa sencilla y monumental:
«Seguiremos trabajando para garantizar que este servicio discreto, pero esencial, nunca se interrumpa»,
El auditorio se puso de pie.
Porque esa línea telefónica, que comenzó casi como improvisación, se ha convertido en un pilar silencioso de la dignidad humana para miles de latinoamericanos en Japón.

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