WASHINGTON.- Veinticuatro horas después de la toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, se celebró un servicio religioso en la Catedral Nacional de Washington, un evento tradicional que simboliza el inicio de una nueva administración en el país.

En esta ocasión, el acto cobró un matiz especial debido al poderoso sermón de la obispa episcopal Mariann Edgar Budde, quien dirigió un mensaje directo y crítico hacia el nuevo mandatario.


El llamado de la obispa Budde


Durante su intervención, la obispa Budde exhortó a Trump a adoptar un enfoque de compasión y justicia social, destacando la necesidad de proteger a los grupos más vulnerables de la sociedad.

En su mensaje, mencionó a la comunidad LGBT, los inmigrantes indocumentados y los refugiados, quienes enfrentaban un clima de creciente hostilidad y miedo bajo las políticas anticipadas de la administración Trump.

Su llamado no solo apeló a la humanidad del presidente, sino también a los valores éticos y espirituales que deberían guiar el liderazgo.

Budde, además, aprovechó una declaración previa de Trump, en la que el presidente había aludido a la “mano providencial de un Dios amoroso” tras sobrevivir a un intento de asesinato, para subrayar la importancia de reflejar esa misma gracia divina hacia los demás.

Con esto, buscó vincular la fe personal de Trump con una responsabilidad mayor hacia los ciudadanos marginados.


El mensaje:


“En el nombre de nuestro Dios, te pido que tengas misericordia sobre las personas en nuestro país que ahora están asustadas.
Hay niños gais, lesbianas y transgénero en familias demócratas, republicanas e independientes. Algunos de los cuales temen por sus vidas.
Y la gente, la gente que cosecha nuestros cultivos y limpia nuestros edificios de oficinas que trabaja en granjas agrícolas y plantas de procesamiento de carne. Que lavan los platos después que comemos en restaurantes y trabaja en turnos nocturnos en hospitales.
Puede que no sean ciudadanos o que no tengan la documentación adecuada. Pero la gran mayoría de los inmigrantes no son criminales.
Pagan impuestos y son buenos vecinos. Son miembros fieles de nuestras iglesias, mezquitas, sinagogas, wadara y templos.
Te pido que tengas misericordia señor presidente de aquellos en nuestras comunidades cuyos hijos temen que sus padres sean arrebatados.
Y que ayudes a aquellos que huyen de zonas de guerras y persecución en sus propias tierras a en encontrar compasión y bienvenida aquí.
Nuestro Dios nos enseña que debemos ser misericordiosos con el extraño porque todos fuimos alguna vez extraños en esta tierra.
Que Dios nos conceda la fuerza y el coraje para honrar la dignidad de cada ser humano.
Para hablar la verdad los unos a otros con amor y caminar humildemente con los demás y nuestro Dios.
Por el bien de todas las personas. El bien de todas las personas en esta nación y el mundo. Amén”.

Reacción de Trump 


A pesar de la profundidad y seriedad del mensaje, la respuesta de Trump fue despectiva. Fuentes cercanas informaron que calificó el sermón como “poco emocionante”, un comentario que desató críticas, ya que parecía trivializar el contenido ético y espiritual del discurso.

Al regresar a la Casa Blanca el martes, Donald Trump criticó el servicio religioso al que había asistido, calificándolo de «no muy emocionante» y sugiriendo que «podrían haberlo hecho mucho mejor».

Su comentario refleja su insatisfacción con el evento, y su reacción fue compartida con su familia.

Durante el discurso de la obispa Mariann Edgar Budde, Trump interactuó con su vicepresidente, provocando un gesto de negación de este último, lo que evidenció su desaprobación del servicio.

 


Implicaciones más amplias


El episodio simbolizó las divisiones ideológicas que marcaron el inicio del mandato de Trump. Mientras la administración avanzaba con políticas que generaron temor y resistencia entre diversos grupos sociales, figuras como la obispa Budde representaron un contrapeso moral, recordando la importancia de los valores éticos y la compasión en el ejercicio del poder.

Asimismo, el incidente planteó preguntas sobre el papel de las instituciones religiosas y sus líderes en momentos de cambio político, destacando cómo el sermón de Budde trascendió lo ceremonial para convertirse en un acto de resistencia moral.

 

 


Sobre Mariann Edgar Budde


Es una destacada figura religiosa en los Estados Unidos. Es obispa de la Diócesis Episcopal de Washington, una posición que ocupa desde 2011. Como líder episcopal, supervisa las actividades religiosas y administrativas de la diócesis, que incluye a más de 88 congregaciones en el área de Washington, D.C., así como en partes de Maryland.

También es la capellana de la Catedral Nacional de Washington, un centro importante para eventos nacionales y ceremonias ecuménicas.

Formación y Trayectoria

Nació en 1959 y se crió en Minnesota. Completó su licenciatura en la Universidad de Rochester y obtuvo su maestría en Divinidad y su doctorado en Ministerio en el Seminario Teológico de Virginia.

Antes de su rol como obispa, Budde sirvió como rectora durante 18 años en la Iglesia Episcopal de San Juan Bautista en Minneapolis, Minnesota, donde desarrolló una reputación por su compromiso con la justicia social, la inclusión y la revitalización de comunidades religiosas.

Reconocimientos y Postura Pública

Es conocida por ser una líder progresista dentro de la Iglesia Episcopal. Ha defendido firmemente los derechos LGBTQ+, la equidad racial y la justicia climática.

También ha sido una voz prominente en temas de política nacional, promoviendo la separación entre la religión y la política, pero utilizando su plataforma para abordar temas éticos y de interés social.

Un momento clave en su carrera ocurrió en 2020, cuando condenó públicamente el uso de la Catedral Nacional de Washington como escenario para una sesión fotográfica del expresidente Donald Trump durante las protestas por la justicia racial tras la muerte de George Floyd.

Este episodio amplificó su perfil como una figura de fe comprometida con los principios de justicia e igualdad.

Vida Personal

Budde está casada con Paul Budde y tienen dos hijos adultos. Fuera de sus deberes episcopales, se dedica a la enseñanza y al acompañamiento pastoral, con un enfoque en el liderazgo transformador.

EL DATO
Esta confrontación, aunque breve, subrayó las tensiones entre los principios religiosos y las estrategias políticas en un periodo crucial para Estados Unidos, consolidando la figura de Budde como una voz de conciencia en un entorno profundamente dividido.
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