Un pequeño círculo de metal que cambió la vida diaria
📍Tōkyō | 11 de diciembre
En Japón, hay objetos tan comunes que casi se vuelven invisibles. Uno de ellos es el sonido metálico del dinero que llevamos en el bolsillo, el “click” de la máquina expendedora cuando acepta una moneda, o el gesto automático de dejar el cambio en una bandeja azul al pagar. Estas acciones parecen simples, pero forman parte del día a día de millones de personas y muestran cómo la vida japonesa está llena de pequeños rituales que damos por sentados.
Sin embargo, cada 11 de diciembre, Japón recuerda que ese pequeño disco plateado —el **Hyakuendama (百円玉), la moneda de 100 yenes— también guarda historia y emociones. No es solo dinero: representa décadas de cambios, de reconstrucción y de vida cotidiana. Es un objeto que ha acompañado al país en su crecimiento, y que sigue presente en los bolsillos de todos, desde niños hasta abuelos.
1957: cuando un fénix volvió a levantar el vuelo en Japón
Era 1957, y Japón seguía recogiendo los pedazos de una posguerra que había dejado cicatrices en el alma y en los bolsillos.
Ese día, un brillo nuevo apareció en la vida cotidiana: una moneda de plata, la primera desde el final de la guerra. En su anverso, un fénix. No era casual. Era un mensaje silencioso: podemos volver a levantarnos.
La gente la recibió con una mezcla de curiosidad y esperanza. Algunos decían que pesaba diferente. Otros la guardaron como amuleto. Todos sintieron que algo cambiaba.
1959: del mito al arroz, la vida verdadera
Dos años después, el fénix fue reemplazado por una espiga de arroz. Y con ello, la metáfora se volvió más íntima, más humana.
Japón dejó de hablar en símbolos míticos para hablar desde la raíz: la comida, la tierra, el trabajo que sostiene.
Esa moneda seguía siendo de plata. Seguía brillando. Pero ahora brillaba como lo hacen las cosas que tienen los pies en la tierra.
1967: la sakura que nos acompaña hasta hoy
En 1967 llegó la versión que todos conocemos: ligera, resistente, cotidiana.
La plata ya era demasiado cara, así que nació una moneda de cobre y níquel, fría al tacto pero cálida en significado.
En su diseño aparecieron tres flores de sakura, las Yamazakura: simples, silenciosas, hermosas en su humildad.
Esas flores han estado en millones de bolsillos, en manos de estudiantes comprando su primer café en lata, en madres que pagan una merienda escolar, en abuelos que guardan cambio para los nietos.
Es la moneda que pasa desapercibida, pero que todos hemos llevado en algún momento en el corazón.
🌸 Hyakuendama: un espejo diminuto de Japón
El fénix, el arroz, la sakura.
Tres símbolos, tres épocas, tres maneras de contar un mismo sueño:
el sueño de un país que cae, que trabaja, que florece.
Hoy, cuando un japonés escucha el tintineo de las monedas en el monedero, rara vez piensa en esto. Pero la historia sigue ahí, grabada en metal.
Cada cien yenes llevan un pedacito del Japón que fuimos… y del que seguimos siendo.

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