📍Tōkyō | 10 de mayo de 2025


La Policía Metropolitana ha desarticulado una red de falsificación de documentos que operaba desde una vivienda común en Ōta, uno de los distritos residenciales más poblados de la capital japonesa.

 

Dos hombres de nacionalidad china fueron arrestados esta semana bajo sospecha de haber fabricado ilegalmente tarjetas de residencia (zairyū kādo), documento indispensable para cualquier extranjero que vive legalmente en Japón.

Los detenidos son Du Jingjiang, de 35 años, y Li Long, de 36. Ninguno de los dos tenía empleo registrado ni estatus migratorio legal vigente, pero sí poseían equipos de oficina de alta gama, bases de datos con miles de registros personales y, lo más preocupante, una logística que les permitía producir y distribuir tarjetas falsas a extranjeros en todo el país.

 


🔧 Una “fábrica” de documentos en una casa cualquiera


Lo que parecía una residencia común y corriente escondía en realidad una pequeña imprenta clandestina de identidades.

De acuerdo con la investigación, los sospechosos habrían recibido instrucciones desde China, a través de canales digitales.

Un presunto “jefe” o “coordinador” les enviaba fotografías, nombres y fechas de nacimiento, y ellos fabricaban tarjetas con apariencia oficial.

La policía ha confirmado que lograron incautar al menos 30 tarjetas de residencia falsificadas pertenecientes a ciudadanos de siete países diferentes, entre ellos China, Sri Lanka y Nepal.

El objetivo, según las autoridades, era enviarlas por correo a extranjeros que ya se encontraban en Japón, probablemente para que pudieran trabajar de forma encubierta o evitar controles migratorios.

Uno de los detenidos, Du, confesó que eligió este método para “ganar dinero sin salir de casa”, creyendo que así reduciría el riesgo de ser arrestado. “No tengo estatus de residencia y pensé que desde casa sería más seguro”, dijo a los investigadores, según reveló la policía.

 


🧾 Más que tarjetas: un arsenal de identidades


Pero el hallazgo no se limitó a las tarjetas de residencia. Durante los registros en domicilios y dispositivos electrónicos, los agentes encontraron unas 10.000 piezas de información personal, incluyendo:

•Licencias de conducir

•Tarjetas del seguro nacional de salud

•Certificados escolares y universitarios

•Documentación médica y de calificación profesional

•Incluso registros con nombres de ciudadanos japoneses

Este descubrimiento abre un nuevo frente en la investigación: ¿cómo se obtuvieron esos datos? ¿Estaban siendo utilizados también para falsificar documentos oficiales de japoneses? ¿Se vendían a terceros? Todo esto está ahora bajo análisis.

 


⚖️ Un delito que va más allá de lo individual


La falsificación de tarjetas de residencia está tipificada como violación a la Ley de Control de Inmigración y Reconocimiento de Refugiados, y conlleva penas de hasta 10 años de prisión y fuertes multas.

Pero en este caso hay elementos agravantes: falsificación de múltiples documentos oficiales, uso indebido de información personal y sospechas de organización criminal transnacional.

Además, si se confirma que utilizaron nombres de ciudadanos japoneses sin autorización, estarían también incurriendo en violaciones graves a la Ley de Protección de Datos Personales y en usurpación de identidad, delitos que Japón persigue con firmeza desde los escándalos de filtración masiva en la última década.

 


🧭 ¿Por qué importa este caso?


Este incidente no es solo un delito aislado. Muestra una problemática estructural: la vulnerabilidad de muchos extranjeros que viven en Japón sin estatus legal, y que recurren a redes clandestinas no por maldad, sino por necesidad.

También alerta sobre la facilidad con la que pueden falsificarse documentos en la era digital, y los riesgos que esto implica no solo para la seguridad nacional, sino para la confianza pública en las instituciones.

Desde hace años, Japón enfrenta un dilema migratorio: mientras su población envejece rápidamente y necesita mano de obra extranjera, las políticas migratorias siguen siendo estrictas y complejas.

Esto ha generado un mercado negro de documentos falsos y ha empujado a muchos a operar al margen del sistema.

Este caso, aún en etapa preliminar, es una llamada de atención. No solo sobre el delito en sí, sino sobre las condiciones que lo permiten.

 




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