El país que ama ser visitado, pero no invadido: Japón pone freno al turismo excesivo
📍Tōkyō | 12 de noviembre
En los pasillos del Ministerio de Finanzas resuena una frase que define el nuevo dilema japonés: “El turismo nos ha hecho visibles, pero también vulnerables”.
El Gobierno de Japón ha comenzado a debatir una medida que podría cambiar la manera en que el país recibe —y despide— a sus visitantes: triplicar el llamado “impuesto de salida” (出国税), que actualmente es de 1.000 yenes por persona, hasta 3.000 yenes o más.
El dinero no sería simbólico. Con él, el Ejecutivo busca financiar la lucha contra el “overtourism”, un fenómeno que en los últimos años ha transformado la calma de los templos, los callejones de Kyoto y las estaciones de tren en escenarios de saturación, ruido y pérdida de civismo.
Desde su creación en 2019, este impuesto ha generado cerca de 400.000 millones de yenes, y se cobra tanto a japoneses como a extranjeros cada vez que salen del país. Pero hoy su espíritu cambia: ya no es una tasa silenciosa para infraestructura, sino una señal política.
En septiembre, antes de asumir el cargo, la primera ministra Takaichi Sanae lanzó una frase que ahora cobra vida:
“Aunque tengamos que subir el impuesto a 3.000 yenes, lo haremos si eso permite proteger la armonía entre residentes y turistas.”
Pasaportes
Detrás de esa idea, el Gobierno esboza un plan más amplio: subir el impuesto a quienes salen de Japón, pero reducir el costo de los pasaportes a quienes lo llevan en el corazón. Los documentos de 10 años —que hoy cuestan 15.900 yenes— podrían abaratarse hasta en 10.000 yenes, financiados con parte de la nueva recaudación.
Una forma, dicen en el gabinete, de “no castigar al ciudadano común que también quiere conocer el mundo”.
Visas
Al mismo tiempo, el Ejecutivo prepara otras medidas complementarias: aumentar por primera vez desde 1978 las tarifas de visado para extranjeros y reformar el sistema de exención del impuesto al consumo, reemplazándolo por reembolsos al salir del país, para frenar el comercio ilegal de productos libres de impuestos.
Sin embargo, entre las paredes de Kasumigaseki, algunos funcionarios advierten que la línea entre el orden y la hostilidad es delgada.
“Si subimos demasiado la barrera, el turismo podría volverse un lujo. Y Japón, un destino menos amable”, confiesa en voz baja un miembro del Ministerio de Transporte.
La escena, más allá de las cifras, refleja el pulso de una nación que ama ser visitada, pero teme perderse a sí misma entre multitudes.
⚖️ Marco legal y fiscal
Fundamento jurídico:
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Ley del Impuesto Internacional al Pasajero (国際観光旅客税法, 2018): establece el cobro de 1.000 yenes a toda persona que abandone Japón, destinando esos fondos a proyectos turísticos sostenibles.
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Ley de Cuentas Especiales Turísticas (観光財源特別会計法): garantiza que los recursos se inviertan en infraestructura y preservación cultural.
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Reforma fiscal 2026 (税制改正大綱): evaluará elevar la tasa y redefinir su uso hacia medidas de control del overtourism.
Desafíos legales y éticos:
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La posible diferenciación de tarifas entre nacionales y extranjeros tensiona el principio de igualdad fiscal (憲法第14条).
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Se exige transparencia en el uso del nuevo ingreso público, bajo los lineamientos de la Ley de Gestión de Fondos Públicos (会計法).
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Cualquier subsidio al costo del pasaporte deberá coordinarse con la Ley de Pasaportes (旅券法), asegurando equilibrio entre beneficio fiscal y política exterior.

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