Un superalimento escondido en la salsa japonesa
📍Tōkyō | 02 de diciembre
Cada segundo día de diciembre, cuando Japón empieza a perfumarse de canela, luces suaves y planes navideños, hay un pequeño protagonista que pasa casi inadvertido: el Dētsu no hi (デーツの日, Día del Dátil). Una fecha discreta, pero luminosa, que une la memoria del desierto con la mesa japonesa más cotidiana.
La idea nació en Otafukusōsu kabushikigaisha (オタフクソース株式会社), la empresa de Hiroshima que ha acompañado, por décadas, el sabor del okonomiyaki. Ellos quisieron rendir homenaje a un ingrediente humilde y poco conocido en Japón, pero crucial para esa profundidad dulce que define su salsa: el dátil.
El juego lingüístico es un guiño tierno: la “D” de December y el número “2” que suena a tsu. D + 2 = デーツ.
Un pequeño acertijo que convierte una fecha cualquiera en una invitación a saborear la historia.
🌴 Del desierto al okonomiyaki: un viaje silencioso
El dátil, fruto del sol ardiente de Oriente Medio y el norte de África, alimentó a pueblos enteros durante miles de años. Es energía, es azúcar natural, es memoria.
En Japón, sin embargo, pasaba desapercibido… hasta que entró sin hacer ruido a la industria alimentaria, escondido entre los ingredientes que dan umami dulce a algunas de las salsas más queridas del país.
Desde 2020, la 日本記念日協会 reconoce este día con un propósito claro: recordar que detrás del sabor japonés también late la historia de otros mundos —el del oasis, el de los mercaderes antiguos, el de las caravanas que cruzaban la arena.
🍯 Un superalimento que no grita su nombre
En una época donde todo compite por atención, el dátil se niega a la estridencia.
No necesita brillos, tampoco promesas exageradas.
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Es fibra que calma.
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Es potasio, calcio, magnesio y hierro que sostienen.
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Es dulzor natural que no golpea, sino que acompaña.
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Es ácido fólico que nutre sin anunciarlo.
Va mejor con un café de invierno, con un té humeante, con un queso suave… que con cualquier eslogan pegadizo.
Su poder está en lo íntimo, en lo que se descubre al morderlo.
📜 Un fruto pequeño con una historia inmensa
El dátil ha sobrevivido a imperios, religiones, sequías, guerras, rituales y viajes.
Ha sido alimento sagrado, moneda de intercambio, medicina tradicional.
Y hoy, sin hacer ruido, se abre paso en supermercados japoneses, en mesas familiares y en recetas que mezclan tradición y curiosidad.
En diciembre, mientras Japón brilla en tonos dorados y las casas se llenan de aromas dulces, este fruto oscuro y antiguo recuerda una verdad simple: el invierno también puede ser suave, nutritivo y lentamente dulce.
No busca protagonismo.
No exige tendencia.
Solo se ofrece.
Y espera —pacientemente— a que alguien le dé una oportunidad.

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