TOKIO.- Un crimen que pone en evidencia las fallas del sistema de protección a víctimas de acoso ha conmocionado a Japón.
Hirasawa Toshino, una joven de 25 años, fue brutalmente asesinada el pasado 8 de mayo frente a su residencia en una torre de departamentos en el distrito de Shinjuku, Tokio. El agresor, Wakui Manabu, de 51 años, fue detenido en el lugar con dos cuchillos en su poder.
Según fuentes de la investigación, la apuñaló varias decenas de veces tras haberla esperado durante la noche anterior. La víctima murió poco después en el hospital.
🧑⚖️ Antecedentes de acoso ignorados
El caso tiene un largo historial de advertencias. Wakui era un cliente habitual del bar donde trabajaba Hirasawa desde hace 3 o 4 años. En noviembre de 2021, ella llamó a la policía denunciando que un cliente —que había mostrado interés romántico— la esperaba fuera de casa. La policía le dio a Wakui una advertencia verbal y le pidió a la joven que se mudara temporalmente.
Pero el hostigamiento continuó. En abril de 2022, Wakui reapareció en el bar pese a tener prohibida la entrada. Fue entonces cuando la policía le emitió una advertencia formal por acoso. Pocos días después, el 25 de mayo de 2022, Wakui fue arrestado por violar la ley anti-stalking japonesa. Sin embargo, no fue imputado. Tras 20 días de detención, quedó en libertad con una orden de alejamiento… que no fue renovada un año después.
💸 Un crimen motivado por una relación desequilibrada y el dinero
Según declaró el propio Wakui a la policía, el motivo del asesinato fue una disputa por dinero. Aseguró haberle entregado al menos 10 millones de yenes (unos 64 mil dólares) para que abriera su propio bar, aunque el padre del acusado reveló que su hijo llegó a darle entre 20 y 30 millones de yenes. Para reunir ese dinero, Wakui vendió su auto, su moto y una colección de juguetes caros, además de contraer préstamos. Le había dicho a su padre que quería casarse con la joven, a quien llamaba «una buena chica».
La noche del asesinato, una vecina escuchó a Hirasawa gritar pidiendo ayuda durante varios minutos, y a un hombre gritar “¡No soy un acosador!”, en lo que parecería ser un intento desesperado por justificar lo injustificable.
⚖️ Un caso que reabre el debate legal en Japón
El crimen no solo ha causado conmoción por su brutalidad, sino porque ilustra una cadena de omisiones. Las medidas policiales fueron insuficientes: tras un arresto previo y reiteradas advertencias, Wakui no fue juzgado ni se le impusieron sanciones más severas. El caso recuerda a otros feminicidios ocurridos en Japón, donde las advertencias previas no fueron seguidas por medidas de protección eficaces.
El país cuenta con una ley antiacoso (sutōkā kisei-hō ihan, ストーカー規制法), pero los expertos señalan que la aplicación suele ser laxa, y que muchas víctimas se sienten desprotegidas incluso después de denunciar.
Este caso podría reactivar el debate sobre la necesidad de reformas al sistema legal de protección a víctimas, en especial cuando hay antecedentes claros de violencia psicológica, financiera o de control.

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