📍Tōkyō | 4 de mayo de 2025
En una jornada que quedará grabada en la historia del atletismo japonés, una joven de 20 años con raíces latinoamericanas sorprendió al país entero al romper el récord nacional de los 400 metros planos.

Se trata de Flores Arie (フロレス・アリエ) estudiante de tercer año en la prestigiosa Universidad de Ciencias del Deporte de Japón (日体大), paró el cronómetro en 51 segundos y 71 centésimas, superando por apenas 4 centésimas el anterior récord japonés de 51.75 segundos.
El escenario fue el Shizuoka Stadium Ecopa, durante el torneo internacional anual conocido como Shizuoka Kokusai (静岡国際) una competencia clave para quienes aspiran a formar parte de las selecciones nacionales.
Bajo el cielo primaveral del sábado 3 de mayo, Flores Arie no solo ganó su carrera: logró un registro que rebasa incluso el tiempo mínimo (51.74 s) exigido para competir en eventos internacionales por el país anfitrión.
“No me lo esperaba, jamás pensé que iba a correr en 51 segundos… ¡salió sin darme cuenta!”, dijo entre risas al finalizar la carrera, aún sorprendida por su propia hazaña a un medio local.
Fue una mezcla de humildad, orgullo y emoción contenida.
Una historia de identidad y superación
Flores Arie nació y creció en la prefectura de Shizuoka, pero aún no posee la nacionalidad japonesa.
Actualmente tiene pasaporte peruano, fruto de una familia de raíces múltiples: su padre tiene ascendencia peruano-japonesa y su madre es de origen peruano e italiano.
A pesar de haber vivido toda su vida en Japón, su nacionalidad oficial aún no coincide con su identidad cotidiana.
Sin embargo, se encuentra en trámite para obtener la nacionalidad japonesa, proceso que espera concluir antes del Campeonato Nacional de julio, requisito para poder representar oficialmente a Japón en torneos internacionales.
¿Por qué este logro es tan significativo?
•Rompió el récord nacional japonés de los 400 metros femeninos, una marca que se mantenía intacta.
•Superó ampliamente su propia mejor marca, que era de 53.03 segundos. Mejorar más de un segundo en esta distancia es extremadamente raro.
•Cumplió el estándar de participación internacional, lo que la convierte en una seria candidata para el relevo mixto de 1600 metros en el próximo Mundial.
•Y todo esto a los 20 años, siendo todavía estudiante universitaria.
Más allá del deporte: un símbolo de un Japón en transformación
El caso de Flores Arie no es solo una historia deportiva, es un reflejo de la nueva generación japonesa: diversa, talentosa, conectada con el mundo.
Su éxito plantea preguntas importantes sobre la inclusión, la representación y el lugar de los jóvenes con raíces extranjeras dentro del sistema deportivo y social japonés.
Japón, tradicionalmente un país étnicamente homogéneo, empieza a reconocer cada vez más el valor de sus ciudadanos multiculturales, y Flores es uno de sus rostros más prometedores.
El sueño continúa
Con una mirada serena pero decidida, Flores declaró tras su victoria:
“Mi meta es formar parte del equipo japonés en el relevo mixto 1600 metros. Y si se puede, también competir individualmente.”
No se trata solo de correr rápido. Se trata de correr por un sueño: representar a la tierra donde nació, aunque aún no le hayan entregado el pasaporte japonés.
Se trata de construir puentes entre culturas, entre generaciones, y entre quienes aún están aprendiendo a ver el rostro cambiante del Japón moderno.
Una historia que combina juventud, identidad, velocidad y esperanza.
Del Perú a Japón: la inspiradora historia de dos atletas que brillan en tierras niponas
En el corazón del deporte japonés, dos nombres resuenan con fuerza no solo por su talento, sino por la historia que los respalda.
Morioka Kaoru (森岡 薫) y Momii Aki (籾井あき) no nacieron en las mismas circunstancias, ni en la misma época, pero ambos representan un símbolo poderoso de integración, esfuerzo y orgullo multicultural en Japón.
Sus raíces peruanas y japonesas se entrelazan para recordarnos que la diversidad también puede vestir los colores del Sol Naciente.
Kaoru: el niño limeño que conquistó el futsal japonés

Morioka Kaoru nació en Lima, Perú, en 1979. Su vida dio un giro cuando, siendo apenas un niño, su familia emigró a Japón.
Como muchos descendientes de japoneses en Perú (nikkei), su familia buscaba mejores oportunidades.
Adaptarse a una nueva cultura, a un idioma distinto y a una sociedad exigente no fue fácil. Pero en medio de esa transición, el joven Kaoru encontró un refugio: el balón.
No era fútbol, era futsal, una versión más rápida, técnica y táctica del deporte rey.
Allí brilló desde joven. Su gran explosividad, olfato goleador y carisma lo llevaron a convertirse en una leyenda viviente del futsal japonés.
Durante su carrera con Nagoya Oceans, anotó más de 200 goles, ganó 8 ligas F.League y 2 campeonatos asiáticos de clubes.
Fue pieza clave en la selección japonesa, incluso liderando al equipo en la Copa Mundial de Futsal de la FIFA en 2012, donde anotó 4 goles.
En 2014, Japón logró el título continental con él como uno de los referentes.
En sus últimas temporadas jugó en China, Japón y España, dejando huella en cada lugar.
Este 2025, a los 46 años, anunció que colgará los botines al final de la temporada. Lo hará con lágrimas, gratitud y con el reconocimiento del público japonés, que lo aplaude no solo como goleador, sino como pionero y ejemplo de integración.
“Nunca imaginé que llegaría tan lejos. Vine como extranjero, me formé aquí, y ahora me voy como japonés y como padre de familia orgulloso”, dijo hace unas semanas al recibir un homenaje en Machida, su último club en Japón.
Aki: la joven prodigio de sangre mixta que alzó la voz en Tokio 2020

Momii Aki nació en 2000 en Sagamihara, prefectura de Kanagawa. Su madre es peruana, y su padre, japonés.
Desde muy pequeña supo lo que era vivir entre dos mundos: el idioma, la comida, la cultura. Pero encontró en el voleibol una identidad común.
Con apenas 18 años debutó en el poderoso equipo JT Marvelous, y poco después fue convocada a la selección nacional.
En los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, aún sin público por la pandemia, Aki se convirtió en una de las revelaciones del torneo como colocadora titular de Japón.
Su estilo fresco, su actitud positiva y su juego inteligente le ganaron rápidamente el cariño del público.
En una entrevista posterior, declaró:
“Yo también soy hija del Perú. A veces no sabía dónde encajaba. Pero el deporte me ayudó a sentirme orgullosa de ser las dos cosas. Y Japón me dio la oportunidad de demostrarlo”.
En 2024, Aki firmó con el club AEK Atenas en Grecia, marcando así el inicio de su carrera internacional.
A los 24 años, sigue siendo una de las jugadoras con mayor proyección de la selección japonesa, y una voz activa a favor de la diversidad en el deporte.
Un espejo para las nuevas generaciones

Tanto Morioka como Momii representan más que medallas y títulos. Son el reflejo de una generación de nikkei o hijos de inmigrantes que han echado raíces profundas en Japón.
En una sociedad que aún enfrenta desafíos para aceptar plenamente la diversidad, sus trayectorias iluminan un camino posible.
Han demostrado que se puede nacer en Lima, en Kanagawa o en cualquier parte del mundo, y aún así ser parte del alma del deporte japonés.
A ellos se sumará en el corto plazo el futuro del atletismo japonés que ya tiene nombre: Flores Arie.

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