El don salado de los dioses que Japón honra cada mes
📍Tōkyō | 21 de octubre
Cada día 21, Japón celebra una de sus tradiciones gastronómicas más antiguas y simbólicas: el “Día del Tsukemono” (漬物の日, Tsukemono no hi), instaurado por la Federación Nacional de Cooperativas de Encurtidos de Japón.
Esta fecha rinde homenaje al arte del encurtido —una técnica que combina simplicidad y espiritualidad— y tiene su origen en una leyenda nacida en la prefectura de Aichi, en el santuario Kayazu Jinja (萱津神社), considerado el “santuario de los encurtidos”.
Del altar al plato: la leyenda del primer encurtido japonés revive en el santuario de Kayazu
Según la tradición, hace siglos los aldeanos ofrecían al santuario los primeros frutos de la tierra y la sal marina, símbolos de gratitud hacia la naturaleza.
Preocupados porque esos alimentos se echaban a perder, un campesino los colocó en una vasija de barro con sal, descubriendo así un milagro culinario: las verduras se conservaron y adquirieron un aroma exquisito.
Ese proceso —la fusión entre lo terrestre y lo marino— dio origen al tsukemono, alimento que pronto se consideró un don divino capaz de curar enfermedades y preservar la vida.
Cada 21 de agosto, el santuario celebra el Kōnomono-sai (香の物祭), designado como Bien Cultural Inmaterial de la ciudad de Ama, donde se repite el antiguo ritual: sacerdotes de Atsuta Jingū colocan karimori, daikon, hakusai y nasu en una tinaja con sal y hojas de tade, sellándola con solemnidad.
Entre la sal y el tiempo: el Día del Tsukemono fermenta la identidad japonesa
Inspirados por esta tradición, los productores de todo el país decidieron dedicar cada día 21 de mes al tsukemono, recordando la importancia de la fermentación natural, la preservación del alimento y la continuidad del sabor japonés a lo largo del tiempo.

El tsukemono no solo es una guarnición: es un puente entre generaciones y estaciones, una expresión del alma japonesa donde la paciencia y la naturaleza trabajan juntas.

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