Pan con alma japonesa, corazón francés


📍Tōkyō | 28 de noviembre


Cada 28 de noviembre, las vitrinas de panaderías japonesas parecen hablar en francés. Crujen las cortezas, se perfuman las calles y la mantequilla se derrite con acento parisino.

No es un día cualquiera: Japón conmemora el Día del Pan Francés (フランスパンの日), una fecha que rinde tributo a un pan humilde en ingredientes, pero majestuoso en técnica.

La efeméride fue impulsada por 日本フランスパン友の会 (Asociación de Amigos del Pan Francés en Japón), colectivo que desde 1970 promueve el perfeccionamiento técnico y la cultura panadera de raíz francesa en el archipiélago.

El juego de palabras que fija la fecha no podría ser más nipón: “ii (11) fu (2) ransupa (8) n”, una lectura fonética que ancla al calendario una pasión gastronómica. A ello se suma un guiño cultural: la cercanía con el Beaujolais Nouveau, reflejo de que finales de noviembre también se saborean mejor con copa y pan.

Pero detrás de la celebración hay una historia mayor que una receta. El ADN del pan francés llegó a Japón de la mano del legendario panadero y maestro Raymond Calvel, quien enseñó que mezclar harina, sal, agua y levadura es solo el comienzo: el resto es disciplina, oído atento al crujido y respeto al tiempo. Desde entonces, generaciones de artesanos japoneses han afinado fermentaciones, hornos y cortes para lograr ese sonido perfecto al partir una baguette.

El símbolo del Día del Pan Francés dice mucho sin palabras: dos manos abrazando una barra. Son, a la vez, las del artesano que amasa y las del cliente que regresa a casa. Es una metáfora de relevo y afecto, de técnica entregada y disfrute compartido. Hoy, Japón entiende el pan francés no como importación, sino como un idioma que ya sabe pronunciar.

La conmemoración viene con un ritual moderno: un photo-campaign anual que invita a inmortalizar el momento crujiente y ofrece premios como incentivo. Redes sociales, cámaras y vitrinas convierten al pan en protagonista. Porque celebrar, aquí, también es mirar y compartir.

En Japón, el pan francés no es moda: es oficio y cariño. Un puente entre París y Tokio construido con corteza, vapor y paciencia. Y cada 28 de noviembre, ese puente se llena de gente cruzándolo… con hambre feliz.

 




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