TOKIO.- El 15 de agosto, Japón conmemoró el 79º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial con una ceremonia nacional en honor a los caídos en combate, realizada en el Nippon Budokan, ubicado en el distrito de Chiyoda en la capital japonesa.
Este evento, patrocinado por el gobierno japonés, contó con la presencia de 4023 personas, incluyendo al emperador Naruhito, la emperatriz Masako, el primer ministro Kishida Fumio y familiares de los fallecidos.
Se rindió homenaje a los aproximadamente 3,1 millones de víctimas japonesas de la guerra, renovando el compromiso con la paz.
El emperador Naruhito expresó sus condolencias usando la frase «profundo arrepentimiento», un mensaje que ha mantenido en ceremonias previas. Su discurso incluyó un llamado a reflexionar sobre el pasado y el deseo ferviente de que los horrores de la guerra no se repitan.
Esta es una postura simbólica, dado que el emperador no tiene poder político, pero su mensaje refleja un sentimiento de responsabilidad histórica y un compromiso con la paz que marca un contraste con algunos sectores más conservadores de la política japonesa.
Este año, la ceremonia se celebró sin las restricciones impuestas durante los últimos cuatro años debido a la pandemia de COVID-19. El evento comenzó a las 11:50 de la mañana, y por primera vez en cinco años, se entonó el himno nacional japonés. A las 12:00, todos los asistentes guardaron un minuto de silencio en honor a las víctimas.
El primer ministro Kishida, en su discurso, reiteró la promesa de que Japón no repetirá los horrores de la guerra.
Sin embargo, una vez más, evitó mencionar la responsabilidad de Japón en los crímenes de guerra cometidos en Asia durante el conflicto, lo que ha sido un tema recurrente en la política japonesa.
La omisión de esta referencia suele generar tensiones con los países asiáticos que sufrieron bajo la ocupación y agresiones japonesas, como China y Corea del Sur.
La ceremonia también subrayó el envejecimiento de los familiares de los caídos. Por ejemplo, Anzai Mitsuru, un hombre de 86 años de Fukushima, cuyo padre murió en China durante la guerra, destacó la responsabilidad de los supervivientes y familiares de continuar compartiendo las lecciones del conflicto.
Señaló que, con el paso del tiempo y la desaparición de los testigos directos, es crucial transmitir las enseñanzas de la guerra a las generaciones más jóvenes para preservar la memoria histórica y prevenir futuros conflictos.
Según el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Japón, entre los 3055 familiares presentes, solo dos eran cónyuges de fallecidos en la guerra, lo que refleja el paso del tiempo y el envejecimiento de la población relacionada con la guerra.
La persona de mayor edad tenía 97 años y la más joven, solo 3 años. Un dato revelador fue que casi la mitad de los familiares asistentes (47.1%) nacieron después de la guerra, lo que marca un cambio generacional en la memoria y el legado de estos eventos históricos.
EL DATO
Este evento anual es un momento clave en la cultura de la memoria en Japón, recordando tanto el sufrimiento de la guerra como la necesidad de proteger la paz en el presente y el futuro.
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